En una noche de viernes de julio, mientras los autos Ferrari y Mercedes desfilaban al comp谩s de la m煤sica del club que palpitaba detr谩s de sus ventanas altas, yo me encontraba en cuclillas, en la esquina de la calle 10 y Alton Road en Miami Beach, viendo como brotaba el agua salada de un desag眉e pluvial. El nivel del mar ha subido cerca de ocho pulgadas aqu铆, desde 1915, cuando el primer hotel surgi贸 de la arena. Hoy en d铆a, el valor estimado de los bienes ra铆ces de la ciudad es de 31 mil millones de d贸lares, lo que significa que un grupo de edificios con un valor de m谩s de la mitad del PBI de Bolivia se encuentra atascado en una cadena de islas que se elevan a solo cinco pies sobre el nivel del mar, menos de la altura promedio de una ni帽a de 12 a帽os de edad. Y el mar est谩 devorando lentamente dichas islas. En marea alta durante las lunas llena y nueva, el agua salada de la bah铆a de Biscayne se reintroduce en la ciudad, a trav茅s del sistema de drenaje pluvial, y brota sobre las calles, que es lo que est谩 sucediendo esta noche sobre esta y muchas otras esquinas de la ciudad. Si usted quiere saber c贸mo se ve el cambio clim谩tico en los Estados Unidos, venga a Miami Beach.
"No soy una cient铆fica, pero creo que hemos abusado de la Madre Naturaleza", dice Catalina Bertaut, mientras bebe un capuchino en una cafeter铆a de moda. Bertaut, una mujer bien vestida de unos sesenta a帽os, lleg贸 a Miami en 1960 con su familia para escapar de la revoluci贸n cubana. Asisti贸 a la escuela primaria en South Beach, tuvo una carrera como azafata de Braniff y en la actualidad, al igual que algunos residentes, est谩 empezando a hacer la conexi贸n entre las recientes inundaciones de la calle y el aumento del nivel del mar. Le pregunto si se quedar谩. "Para cuando lleguemos a ser como Venecia y todo est茅 flotando a nuestro alrededor", dice, "ser谩 mi momento de dejar esta tierra".
Para aquellos de nosotros que nos quedamos, 驴c贸mo ser谩 esta ciudad costera? Los mares del Sur de Florida podr铆an subir otro medio pie en 2030 y dos pies m谩s para 2060, seg煤n un informe del bipartidista Southeast Florida Regional Climate Change Compact. Traslade dichas cifras sobre los mapas producidos por la Universidad Internacional de Florida y ver谩 que la ciudad comienza a esfumarse. Con dos pies de elevaci贸n del nivel del mar, se formar铆an estanques de agua salada en el lado oeste de Miami Beach, ahora repleta de hoteles de lujo y una importante zona comercial. Si se tratara de tres pies, la Bah铆a de Biscayne consumir铆a gran parte de la cadena de islas. A los cuatro pies, que la NOAA dice que podr铆a suceder a finales de este siglo, aquella ni帽a promedio de 12 a帽os de edad se encontrar铆a cubierta de agua hasta el cuello, y los dos tercios occidentales de Miami Beach estar铆an completamente sumergidos.
"Aproximadamente 14 millones de personas viven a lo largo de la costa de Florida, y m谩s se mudar谩n all铆", advierte un muy preocupado Leonard Berry, director del Centro de Florida para Estudios Ambientales de la Universidad de Florida Atlantic. "Gran parte de la infraestructura de la regi贸n est谩 en riesgo de tormentas e inundaciones por la marea alta", sostiene Berry: "Carreteras, escuelas, hospitales, plantas de tratamiento de agua, miles de acres de tierras de cultivo y dos plantas de energ铆a nuclear". Esta lista no deber铆a asustar solo a los residentes de Florida; la Agencia de Protecci贸n Ambiental se帽ala que 23 de los 25 condados estadounidenses con mayor densidad de poblaci贸n se encuentran en la costa. Un informe de 2012 de la NOAA estima que m谩s de 8 millones de estadounidenses viven en zonas amenazadas por inundaciones costeras. Tal como el Hurac谩n Sandy ense帽贸 de manera penosa a los neoyorquinos, si su casa se encuentra en la zona de inundaci贸n, se inundar谩. El gobierno federal tiene ahora una : realizar un acercamiento sobre una ciudad y ver c贸mo el oc茅ano ahoga los hogares y negocios costeros. Absurdamente, este es el mundo en el cual vivimos.
El Sur de Florida se enfrenta a una pesadilla clim谩tica propia. Se encuentra encima de 20,000 pies de piedra caliza porosa, los dep贸sitos cementados de corales, conchas de almeja y miles de millones de diminutas bolas de carbonato de calcio llamados ooides. El mismo suelo sobre el cual usted camina aqu铆 se cre贸 bajo el agua, cuando los niveles del mar eran m谩s altos. Y la porosidad de dicho suelo puede ser de hasta el 60 por ciento; en algunos tramos del estado, los hogares e incluso las ciudades est谩n construidos en un terreno que es m谩s agujeros que roca. El agua se mueve f谩cilmente a trav茅s de estas formaciones similares a un queso suizo, lo que significa que los diques y muros que protegen las ciudades bajas como Nueva Orleans no pueden proteger a Miami Beach. El agua salada a煤n brotar铆a a trav茅s de los desag眉es pluviales, a trav茅s de los m谩s de 400 pozos gravitatorios que alguna vez eliminaron las aguas pluviales, y a trav茅s de la misma tierra. Y la situaci贸n simplemente empeorar谩, a medida que el calentamiento de los oc茅anos contin煤e expandi茅ndose y los glaciares y el hielo marino contin煤en derriti茅ndose.
El aumento del nivel del mar tambi茅n amenaza la fuente de agua potable de Miami Beach, los Everglades y el gran humedal de agua dulce del Sur de Florida. El ecosistema, que alberga m谩s de 360 鈥嬧媏species de aves, es donde John James 爆料公社 observ贸 una vez las aves lim铆colas "en tales cantidades que podr铆an bloquear efectivamente la luz del sol". Debajo de los bosques subtropicales, y en gran parte del sureste de Florida, se encuentra el Acu铆fero de Biscayne, del cual los residentes de Boca Raton a Miami obtienen su agua potable. Durante las 煤ltimas d茅cadas, debido a que los humedales han sido drenados para dar paso a las granjas y los pueblos, y ya que los niveles del mar han comenzado a aumentar, el agua salada se ha escabullido dentro del acu铆fero, a trav茅s de la piedra caliza porosa.
"Tapar los canales y volver a colocar agua dulce en los pantanos es la mejor manera de frenar la p茅rdida de h谩bitat y limitar el avance del mar en este importante ecosistema", dice Eric Draper, director ejecutivo de 爆料公社 en Florida.
"Sin embargo, existe otra cara con respecto al mantenimiento de los niveles de agua dulce en los Everglades", sostiene John Van Leer, un ocean贸grafo de la Universidad de Miami. Puede hacer a los campos agr铆colas y hogares cercanos vulnerables a las inundaciones. "O dejamos que los suburbios occidentales se inunden y mantenemos el acu铆fero", dice Van Leer, "o impedimos que se inunden, bombeando agua hacia el oc茅ano, pero perderemos el acu铆fero". En realidad, podr铆a ser un punto discutible: debajo de cuatro pies de elevaci贸n del nivel del mar, el extremo sur de los bajos Everglades estar谩n inundados de agua salada. Es suficiente para hacer que los residentes de Miami Beach metan sus cabezas en la arena blanca y suave.
"No creo que el mar suba tres pies por s铆 mismo: es demasiado grande". dice el desarrollador de Miami Beach, Russell Galbut. "Lo veo subiendo una pulgada aqu铆, una pulgada all铆". Est谩bamos atravesando las calles de la ciudad en su Range Rover azul, dirigi茅ndonos hacia un sitio en Alton Road, justo al lado de la bah铆a de Biscayne, donde Galbut planea construir un condominio de lujo, de diez pisos. Esperaba construir una torre de 550 pies que se instalara en un podio panor谩mico, elev谩ndola muy por encima del nivel del mar, y disfrutar de un parque de aguas pluviales de 3.2 acres que contuviera el agua de lluvia. Pero no fue aprobado, dice Galbut, porque "la ciudad no la entend铆a". Puede haber perdido esa batalla en particular, pero est谩 convencido de que un mayor crecimiento es el camino a seguir. "Creo que el aumento del nivel del mar nos ofrece una oportunidad", dice. "El futuro de Miami es m谩s alto".
En el moderno barrio de Sunset Harbour de Miami Beach, camino por el paseo mar铆timo con Elizabeth Wheaton, asistente del director de construcci贸n de la ciudad, quien se dedica espec铆ficamente al medio ambiente y la sostenibilidad. "Esto no es el Noroeste del Pac铆fico", dice Wheaton, tratando de transmitir la vibra local. "Pero esto no significa que el agua no se aprecie; es parte de la vida, est谩 en todas partes. Reconocemos la importancia de contar con ecosistemas naturales". Wheaton se帽ala una estaci贸n de bombeo reci茅n instalada, dise帽ada para devolver el agua de mar, al igual que aquella corriente que inunda Alton Road, a la bah铆a durante la marea alta. Miami Beach cuenta ahora con m谩s o menos veinte estaciones de bombeo y a帽adir谩 cincuenta m谩s en los pr贸ximos cinco a帽os, a un costo estimado de 300 millones de d贸lares. Tambi茅n se instalar谩n m谩s de cien preventores de contraflujo, para evitar que el agua salada ingrese por los desag眉es pluviales. "Somos una nueva ciudad, todav铆a estamos formando nuestra identidad", dice Wheaton, mientras observamos la Bah铆a de Biscayne, donde los lujosos rascacielos de Miami sobresalen como ciempi茅s en tecnicolor, y donde una dispersi贸n de gr煤as de construcci贸n deja en claro que a煤n vendr谩n m谩s. "Creo que eso es muy emocionante".
Las modernizaciones son inteligentes, y la ciudad planea sumar dos bombas en Alton Road y al menos otras tres para la luna llena del 8 de octubre, cuando las altas mareas ser谩n m谩s fuertes que las que jm谩s he visto. Sin embargo, en veinte o treinta a帽os, dice Wheaton, cuando el aumento del nivel del mar convierta estas adaptaciones en obsoletas, Miami Beach tendr谩 que encontrar otra soluci贸n. Por ahora, sin embargo, los arreglos permitir谩n que esta vibrante ciudad multicultural siga floreciendo. "Creo que la gente puede vivir de la forma en que ha estado viviendo", dice Scott Robins, un desarrollador y presidente de Mayor鈥檚 Blue Ribbon Panel on Flood Mitigation de Miami. "En este momento, Miami est谩 pasando por uno de los auges inmobiliarios m谩s importantes de su historia. Las personas est谩n invirtiendo enormes sumas de dinero, y muchas de ellas realmente no est谩n preocupadas por el aumento del nivel del mar".
Sin embargo, algunos habitantes de Miami reconocen que el cambio es inevitable. "Puede que tengamos que renunciar a algo de tierra para la ciudad, es posible que tengamos que construir edificios m谩s altos, puede que no tengamos 茅xito en mantener el mar fuera de ciertas partes de la ciudad", dice el ingeniero de la ciudad de Miami Beach, Bruce Mowry. "Teniendo en cuenta a qu茅 nos est谩 sometiendo la Madre Naturaleza con la elevaci贸n del nivel del mar, puede que tengamos que cambiar nuestra cultura para poder sobrevivir".
Cerca de 170 millas al sur, la isla de Key West enfrenta problemas similares. Estoy en el centro de la ciudad, en Wall Street, con Alison Higgins, coordinadora de la sostenibilidad de la ciudad, mientras el agua de mar brota a trav茅s de los desag眉es pluviales formando charcos gigantescos en la carretera. Los turistas en los senderos para bicicleta dejan una estela sobre el agua. Mientras pasa una familia en un carrito de golf, los ni帽os r铆en y levantan los pies para evitar salpicarse. "Ellos piensan que es el agua de lluvia", dice Higgins.
Key West est谩 tratando de hacerse m谩s resistente a los cambios que se avecinan. Al igual que Miami Beach, est谩 instalando bombas para impulsar el agua de mar fuera de los desag眉es pluviales durante las mareas altas. En 2009, preocupado por la escasez de agua dulce, la Autoridad de Acueductos de los Cayos de Florida construy贸 una planta de 贸smosis inversa que convierte el agua salobre en agua dulce, a pesar de que mantener la planta en funcionamiento es muy costoso. Se deben construir casas nuevas 1.5 pies m谩s altas que la planicie de inundaci贸n, deben tener certificado ecol贸gico y deben instalarse cisternas de 1,000 galones para el riego y las piscinas. Los residentes est谩n pagando gran parte de los costos, aunque ha habido una afluencia de fondos externos. Una subvenci贸n de 爆料公社 Toyota TogetherGreen de 28,250 d贸lares, por ejemplo, est谩 financiando dos proyectos de mitigaci贸n del cambio clim谩tico: la instalaci贸n de un sistema de cisterna de 9,000 galones en Key West Wildlife Center, con el fin de llenar las piscinas de aves y la plantaci贸n de 谩rboles tolerantes a la sal, para soportar el crecimiento de los mares y servir como h谩bitat para las aves migratorias.
Es un buen comienzo, pero el panorama al cual se enfrenta la peque帽a isla es desalentador. "Cuando llegu茅 por primera vez aqu铆 y compr茅 una casa, nunca se me ocurri贸 mirar cu谩l era mi elevaci贸n", dice Ellen Westbrook, un miembro de 爆料公社 en los Cayos de Florida. "Solo pens茅 que en una isla todo es maravilloso".
Criada cerca de la ciudad de Nueva York, Westbrook se mud贸 aqu铆 en 1976 para trabajar como enfermera. Durante el Hurac谩n Wilma, en 2005, uno de los ciclones tropicales m谩s intensos jam谩s registrados en el Oc茅ano Atl谩ntico, su casa se inund贸 m谩s de tres pies. "Parec铆a subir muy r谩pido", recuerda Westbrook. "Yo caminaba por el agua a lo largo de mi casa, mi cama flotaba, mis sof谩s flotaban y mis gatos se aferraban a los sof谩s".
A Westbrook le gusta la tranquilidad de la isla, mantenida en parte con leyes como las que mantienen las estructuras en algunas partes de la ciudad en 25 pies. Pero ella apoya un refer茅ndum de toda la ciudad, que se votar谩 en octubre, y que aumentar铆a el l铆mite de altura para permitir a la gente elevar sus casas por encima de la l铆nea de inundaci贸n. Incluso si se aprueba el refer茅ndum, solo aquellos que puedan pagar el precio de etiqueta (tanto como 100,000 d贸lares) podr谩n adaptarse. "No es posible que yo levante mi casa", dice Westbrook. "Tendr铆a que reconstruir". Le pregunto si se ir谩. Ella suspira y sonr铆e. Al igual que Bertaut, la azafata retirada de Miami Beach, tiene una actitud fatalista. "Ahora vivo aqu铆", dice Westbrook. "Pero m谩s cerca del final de mi vida, voy a tener que salir de aqu铆, porque ya no habr谩 m谩s 'aqu铆'".
En una costa salpicada de manglares, bajo un cielo ya limpio por las tormentas de la tarde, Celeste De Palma y Laura Reynolds, de Tropical 爆料公社 Society de Miami, consideran el futuro de la ciudad. Estamos en Deering Estate, un hotel del siglo XX que se convirti贸 en un parque del condado de Miami-Dade. El d煤o, patrocinado en parte con una beca de 爆料公社 Toyota TogetherGreen, recientemente ayud贸 a resucitar la coalici贸n Hold the Line Coalition, lanzada en 2004 para evitar la expansi贸n urbana en los Everglades. "Es una locura", dice Reynolds. "Hay un auge inmobiliario enorme ocurriendo ahora mismo en Miami Beach".
En un taller de dise帽o auspiciado hace poco por Tropical 爆料公社 en Wynwood, el distrito de las artes de Miami, m谩s de doscientas personas se unieron a l铆deres y dise帽adores locales para discutir la elevaci贸n de los mares, los recursos decrecientes y el crecimiento demogr谩fico. Los organizadores dividieron a los asistentes en grupos en base a d贸nde viv铆an y los alentaron a acercarse a sus representantes y exigir medidas. "El cambio clim谩tico puede parecer imposible de abordar", dice Reynolds. "Lo que Celeste y yo tratamos de hacer es reducirlo a su barrio, a su casa".
Mientras las olas vidriosas ruedan sobre las praderas marinas en donde viven los manat铆es, Reynolds y De Palma analizan las diversas medidas que las personas pueden tomar: alentar a los l铆deres para arreglar la infraestructura; impulsar el transporte p煤blico y su uso; exigir m谩s 谩rboles en las calles, carriles para bicicletas y barrios de uso mixto para reducir el uso del autom贸vil; sellar los hogares para evitar la p茅rdida de energ铆a; comer alimentos cultivados localmente y reducir el consumo de carne; crear un patio amigable para las aves con plantas aut贸ctonas; utilizar menos agua y energ铆a. La lista es interminable.
Antes de ir a Florida, sab铆a que el cambio clim谩tico estaba aqu铆, pero yo no sab铆a lo que significaba. El Sur de la Florida est谩 desapareciendo frente a nuestros propios ojos. Incluso en estimaciones conservadoras, la pen铆nsula f谩cilmente identificable del Estado del Sol se habr谩 convertido en un fragmento borroso a finales del siglo, a menos que los habitantes de esta vibrante regi贸n sean capaces de dise帽ar una manera de salir de la situaci贸n. Tanto las nuevas estaciones de bombeo como la resoluci贸n aprobada recientemente en Miami Beach, la cual requiere que todos los nuevos desarrollos consideren el aumento del nivel de los mares, han comenzado a adaptarse. 驴Pero se mover谩n lo suficientemente r谩pido? "A medida que avancemos en el tiempo, esto no ser谩 lento", dice Reynolds. "Una vez que las capas de hielo se derritan, esto va a ir r谩pido y ser谩 aterrador".
Ah, se me olvid贸 mencionar una cosa: los huracanes. En Deering Estate, en donde De Palma, Reynolds y yo hablamos, el Hurac谩n Andrew toc贸 tierra en 1992, con vientos de 175 millas por hora y una marejada de 17 pies. La tormenta inund贸 el parque y transform贸 la ecolog铆a local.
"Me temo que la llamada de atenci贸n real ser谩 un evento similar al del Hurac谩n Sandy", dice Leonard Berry, de la Universidad de Florida Atlantic. "Y eso, por desgracia, es bastante frecuente: esperar alguna emergencia grave para impulsar acciones sobre un nuevo conjunto de perspectivas. Pero espero estar equivocado".
El periodista independiente Justin Nobel vive en Nueva Orleans y en la actualidad est谩 trabajando en un libro de historias sobre el clima.