Tierra de las aves perdidas: la b煤squeda de vida en el bosque de Bioko

Un equipo de cient铆ficos estadounidenses se adentra en la remota Guinea Ecuatorial, incluso a medida que el desarrollo desenfrenado amenaza sus espacios naturales plagados de aves.

Ning煤n letrero indica el inicio del sendero hacia uno de los 煤ltimos h谩bitats v铆rgenes de 脕frica. No lo ver铆a de todos modos. Me encuentro apretujado dentro de una furgoneta de 11 pasajeros que lleva a 13 personas y un mont贸n de mochilas mientras se dirige a ese punto sin indicaciones dentro de una reserva cient铆fica que se extiende en el extremo sur de Bioko, una isla tropical monta帽osa a 20 millas de la costa este de 脕frica central. Un antebrazo sudoroso se encuentra aplastado contra mi hombro sudoroso. Tres rodillas chocan mi espalda a trav茅s del delgado asiento. No me quejo: los maleteros detr谩s de m铆 llevar谩n el equipo de la expedici贸n durante dos d铆as a trav茅s de 18 duras millas hasta la Gran Caldera de Luba, un cr谩ter volc谩nico cubierto de bosque pluvial, cuyas paredes de 7.400 pies de altura crean un santuario natural para una enrome variedad de vida silvestre. La docena de personas que realizan este arduo viaje cada a帽o vienen, en su mayor铆a, a observar monos. Nuestro grupo se aventura dentro de este reino primitivo con el fin de documentar a sus habitantes menos conocidos, en especial las aves.

Si tenemos mucha, mucha suerte, me han dicho, veremos al picatartes cuelliblanco, un ave casi m铆tica cuya poblaci贸n mundial podr铆a rondar tan solo 3.500 individuos. Si tenemos demasiada suerte, descubriremos una nueva especie.

Justo en las afueras de Ureca, el 煤nico asentamiento en la costa sur de Bioko, nuestro conductor se detiene sobre la nueva ruta que divide la Reserva Cient铆fica de Gran Caldera de Luba de 200 millas cuadradas. Los maleteros, con sandalias en sus pies y enormes mochilas en sus espaldas, se dispersan y desaparecen en el bosque. El resto de nosotros 鈥攜o, cuatro cient铆ficos, un estudiante universitario ecuatoguineano, y un fot贸grafo鈥 nos colocamos nuestras mochilas y seguimos a dos gu铆as por una ruta zigzagueante de ocho millas a trav茅s de densos bosques y a lo largo de playas de arena negra hasta Moraka, un campamento en donde media docena de voluntarios observan a los primates y las zonas de nidificaci贸n de tortugas marinas cada invierno. Aqu铆 es donde pasaremos la noche. El sendero dentro del bosque est谩 cubierto de casquillos de escopeta de cazadores furtivos que cazan monos, peque帽os ant铆lopes llamados duikers, y grandes aves tales como el c谩lao casquinegro. La caza es ilegal en 谩reas protegidas como esta, pero hay pocos recursos humanos para hacer cumplir dichas prohibiciones. Para acceder a donde los cazadores no van, un gu铆a me cuenta que es necesario sufrir.

Comprendo lo que quiere decir al d铆a siguiente, a medida que observamos la ladera del cr谩ter. La 煤nica se帽al humana es el sendero enredado con ra铆ces de 10 extenuantes millas y hasta 4.000 pies de elevaci贸n. Al parecer, los ecuatoguineanos no creen en los caminos serpenteantes. En el descanso a mitad de camino, Luke L. Powell, un ecologista de 34 a帽os y especialista en conservaci贸n en el Centro Smithsoniano de Aves Migratorias, apenas parece cansado; se hab铆a tomado una p铆ldora de cafe铆na. Jacob C. Cooper, un estudiante de maestr铆a de la Universidad de Kansas de 24 a帽os, quien recientemente model贸 la zona de distribuci贸n de casi todas las especies de colibr铆es del mundo, se encuentra enumerando especies de aves utilizando sus binoculares. No puedo comprender una palabra: habla muy r谩pido, en lat铆n. A mi lado, maldiciendo su h谩bito de fumar, se encuentra Jared Wolf, un ecologista investigador del Servicio Forestal de los Estados Unidos de 35 a帽os que estudia los efectos del cambio clim谩tico sobre las aves. Su prometida (y la experta en mam铆feros del grupo), Kristin Brzeski, una genetista de 32 a帽os especialista en conservaci贸n que estudia coyotes en la Universidad de Princeton, realiza elongaciones de yoga.

Es la primera expedici贸n del grupo a la caldera, y el primer a帽o de Brzeski en la agrupaci贸n . Los muchachos fundaron el grupo en el a帽o 2013 con el fin de explorar las aves en Guinea Ecuatorial, un pa铆s que no cuenta con ning煤n ornit贸logo profesional. Hasta ahora, sus expediciones anuales en Bioko y la franja de tierra firme entre Camer煤n y Gab贸n han aportado 11 nombres a la lista de aves del pa铆s, la cual cuenta con aproximadamente 400 especies. Esperan encontrar docenas m谩s. A su vez, su objetivo es ayudar a fomentar la conservaci贸n en este pa铆s que est谩 cambiando r谩pidamente, ya que la riqueza petrolera est谩 impulsando un gran desarrollo.

Finalmente llegamos a la cima, y luego descendimos por la vertiginosa pared interior, sujet谩ndonos de los postes anclados al suelo. Al fondo se encuentra nuestro 煤ltimo obst谩culo: el r铆o Ole. El agua recorre un antiguo camino de lava, saliendo del cr谩ter por una impresionante cascada de 75 pies que concluye en el mar que se encuentra debajo. Nos encontramos en enero, plena estaci贸n seca, por lo que cruzamos el r铆o con el agua a la altura de los muslos para llegar al Campamento Hormigas. De abril a octubre, cuando caen m谩s de 30 pies de lluvia, el r铆o se expande de manera impresionante, bloqueando todo acceso humano durante la mayor parte de la temporada de lluvias.

Utilizamos la 煤ltima hora de luz para buscar al legendario picatartes. Wolfe abre camino hacia la cascada con el uso de un machete y seis de nosotros nos apretamos en un farall贸n de basalto del tama帽o de una mesa para observar con nuestros binoculares el abismo de 40 pies de ancho hasta la pared de roca maciza m谩s all谩, donde un primat贸logo vio aves en etapa de nidificaci贸n en marzo pasado.

鈥溌緾贸mo se empluman sus cr铆as?鈥 se asombra Wolfe.

鈥溌緾on fe?鈥 dice Powell.

El picatartes es un gran misterio. El ave es delgada y gris con una corona bermell贸n y camina de forma casi silenciosa, cazando insectos en los bosques de Guinea Ecuatorial, Camer煤n, Nigeria, y Gab贸n. Las veces que vocaliza, emite un sonido muy inusual para un ave, en forma de silbido, tosido o 鈥渓adrido de un perro pequin茅s鈥, seg煤n lo describi贸 un observador. O铆mos los graznidos malhumorados de los loros grises y las conversaciones de los monos colobus rojos. Nada similar al picatartes.

Exploraremos este sitio primordial durante ocho d铆as. Brzeski colocar谩 una enorme cantidad de c谩maras con sensor de movimiento para documentar a la fauna escurridiza. El equipo se adentrar谩 a煤n m谩s en el cr谩ter en b煤squeda de aves, y seremos las primeras personas en pisar la caldera en un cuarto de siglo. Esta promesa de descubrimiento alivia la decepci贸n de no haber visto al picatartes esta noche. 鈥淓so hubiese sido demasiado f谩cil鈥, dice Powell. 鈥淭enemos toda la semana鈥.

Guinea Ecuatorial es la clase de lugar por el que los bi贸logos enloquecen. Sus junglas en tierra firme contienen animales raros como picatartes, chimpanc茅s, elefantes, y gorilas. Bioko es a煤n m谩s intrigante. Es poco com煤n que las islas est茅n repletas de primates y aves forestales, los cuales no suelen cruzar aguas abiertas y colonizar nuevas tierras. Bioko, sin embargo, fue parte de tierra firme hasta hace 12.000 a帽os, cuando el aumento del nivel del mar cubri贸 lo que antes hab铆a sido una pen铆nsula. Es un arca en la cual sus habitantes han evolucionado completamente separados de sus contrapartes en tierra firme. Hoy en d铆a, al menos dos de las especies de aves de la isla 鈥擣ernando Po Batis y Fernando Po Speirops鈥 se encuentran solo aqu铆, y algunas de las tres docenas de subespecies aviares podr铆an considerarse especies 煤nicas dignas de protecci贸n.

A pesar de su atractivo, la fauna aviar del pa铆s a煤n est谩 muy poco estudiada. Los ornit贸logos reci茅n hab铆an comenzado a realizar estudios sistem谩ticos cuando Guinea Ecuatorial se independiz贸 de Espa帽a en 1968. El caos se apoder贸 del pa铆s鈥攃erraron escuelas, decay贸 la infraestructura, colaps贸 la econom铆a, y un golpe de estado en 1979 puso a Teodoro Obiang Nguema Mbasogo en el poder鈥 interrumpiendo la investigaci贸n ecol贸gica durante dos d茅cadas. La d茅cada de 1990 trajo estabilidad pol铆tica, y los investigadores comenzaron a regresar. Tambi茅n llegaron las empresas petroleras luego de que se descubrieran grandes reservas oce谩nicas. El 煤ltimo abril, el presidente Obiang fue reelecto para su sexto per铆odo de siete a帽os, superando a sus seis oponentes con un sorprendente 94 por ciento de los votos. Con su reino asegurado, est谩 fomentando los planes petroleros con el fin de expandir la infraestructura de forma masiva. El m谩s ambicioso es Oyala, la nueva capital que est谩 surgiendo de los bosques lluviosos de tierra firme; a diferencia de Malabo, la capital actual que se encuentra en Bioko, no tiene riesgo de sufrir una tentativa de golpe de estado mar铆timo, como el de 2009. Ahora, con la disminuci贸n de la producci贸n de petr贸leo, Obiang busca construir otras industrias, incluyendo el turismo ecol贸gico.

Hoy en d铆a, la mejor opci贸n, y quiz谩s la 煤nica, de un visitante para explorar la vida silvestre es a trav茅s del , la organizaci贸n para la conservaci贸n m谩s antigua del pa铆s. Cuando la bi贸loga de conservaci贸n estadounidense Gail Hearn visit贸 por primera vez en 1990, los monos de Bioko la asombraron, lo cual la llev贸 a fundar el BBPP en 1998. Ahora es un emprendimiento en conjunto con la Universidad de Drexel en Filadelfia y la Universidad Nacional de Guinea Ecuatorial y es uno de los pocos grupos ecologistas presentes en el pa铆s. El programa estudia la biodiversidad de la isla, y muchos a帽os de investigaci贸n documentan el consumo de animales silvestres y realizan un seguimiento de los primates y tortugas marinas en la Reserva Cient铆fica de la Caldera de Luba. Los campamentos en los cuales vivimos durante nuestra expedici贸n, los senderos que seguimos, los gu铆as y maleteros que contratamos, el permiso de entrada, fueron todos gracias al BBPP.

Nadie se centr贸 en las aves con la misma dedicaci贸n. La investigaci贸n aviar m谩s extensa realizada hasta la fecha se llev贸 a cabo en Bioko y en tierra firme durante 100 d铆as desde 1989 hasta 1992. El experto en aves tropicales de la UCLA, Tom Smith, tom贸 muestras de la ladera de la caldera en otra expedici贸n, en junio de 1996; las condiciones h煤medas hicieron que fuera imposible entrar al cr谩ter. Los esfuerzos subsiguientes fueron espor谩dicos, a excepci贸n de un proyecto continuo: desde 2011, el BBPP ha estado estudiando las aves atrapadas en el Centro de Vida Silvestre de Moka, la 煤nica estaci贸n de campo del pa铆s.

Esta historia irregular hace que el plan de Biodiversity Initiative de regresar una vez al a帽o tenga un valor extraordinario, dice Drew Cronin, un primat贸logo del BBPP que supervisa el estudio aviar del grupo. 鈥淣o contamos con la experiencia que tienen ellos鈥, dice. 鈥淛acob es como Rain Man de aves. Jared es experto en muda: puede determinar la edad de un ave por sus plumas. Y Luke cuenta con una gran conocimiento general sobre aves. Con seguridad podr谩n documentar m谩s especies.

鈥淓l punto es que鈥, dice Cronin, 鈥渃uanto m谩s sepamos sobre lo que hay all铆, mayor ser谩 la ventaja que tengamos para protegerlo鈥. Tenemos poco tiempo, y no solo por el desarrollo. Los modelos clim谩ticos prev茅n que las temperaturas aumentar谩n de forma dr谩stica en 脕frica. 鈥淭odo se est谩 volviendo confuso, y realmente no sabemos cu谩l ser谩 el impacto ecol贸gico鈥, cuenta Smith. 鈥淢ientras m谩s personas apoyen la conservaci贸n, mejor鈥.

Fue Cooper quien tuvo la idea de ir a Guinea Ecuatorial. Hace tres a帽os, cuando era estudiante de grado en la Universidad Estatal de Luisiana en la carrera de ornitolog铆a y Powell era estudiante de posgrado all铆, trabajaron juntos durante dos semanas en un proyecto sobre las candelitas norte帽as cerca del remoto Cockpit Country de Jamaica. Aunque era la primer visita de Cooper, mientras se encontraba avistando aves, cont贸 muchas m谩s que Powell, quien ya hab铆a estado all铆 para una investigaci贸n acerca de las reinitas de manglar. Cooper se hab铆a preparado antes del viaje, memorizando especies y sus cantos, y estudiando caracter铆sticas del pa铆s durante la noche. 鈥淓ste muchacho es de fiar鈥, recuerda haber pensado Powell. Una tarde, mientras observaban el h谩bitat intacto, charlaban sobe otras investigaciones de aves en otros lugares poco conocidos. Cooper, quien administra la lista de verificaci贸n de eBird para 脕frica Central y aprueba las entradas a la base de datos aviar en l铆nea, mencion贸 que Guinea Ecuatorial no ten铆a ninguna entrada. En su hogar, la investigaci贸n de Powell confirm贸 la falta de informaci贸n aviar y revel贸 que los ecuatoguineanos hablan espa帽ol, idioma que 茅l habla con fluidez. 鈥淔ue como: '隆Rayos! Tenemos que ir'鈥.

Reclut贸 a Wolfe, un estudiante de posgrado de LSU y fundador del Observatorio de Aves de Luisiana, donde Cooper particip贸 como voluntario. 鈥淓s un gran ornit贸logo鈥, dice Powell sobre Wolfe. 鈥淵 necesitaba m谩s apoyo que Jacob, quien era demasiado joven鈥.

El tr铆o autofinanci贸 el primer viaje con USD 4.000. Desde ese entonces, han recaudado alrededor de USD 15.000 por a帽o a trav茅s de una subvenci贸n de National Geographic, donaciones privadas, y una campa帽a de Kickstarter, lo suficiente para seguir volviendo. 鈥淗ay tanto por descubrir, pr谩cticamente en cualquier lugar que uno mire鈥, dice Wolfe.

Desde el patio de la oficina del BBPP en Malabo, Cooper pod铆a observar las golondrinas Et铆opes. Una nueva especie registrada para Bioko, oculta a plena vista.

Nuestra primera ma帽ana en Hormigas preparamos caf茅 instant谩neo y devoramos el arroz y carne de lata Spam que nuestro cocinero, Apolonio, recalienta al fuego. La conversaci贸n se centra en los sue帽os v铆vidos inducidos por la medicina contra la malaria. Eso, y los damanes. Estos mam铆feros nocturnos del tama帽o de un conejo tienen un llamado territorial ensordecedor que comienza como una serie de chillidos insistentes y culmina en un grito desesperado. Gritan durante horas.

Powell interrumpe. Es hora de dividirnos en dos grupos e ir a avistar aves.

 鈥淪铆鈥, concuerda Wolfe. 鈥淵o voy con Jacob鈥.

鈥淒e ninguna manera鈥, dice Powell. 鈥淟anzaremos una moneda por 茅l鈥.

Saben que Cooper contar谩 la mayor cantidad de aves. Wolfe refunfu帽a de forma humor铆stica cuando pierde el sorteo. 脡l, Brzeski y el gu铆a Cirilo se dirigen al norte. Yo voy con Powell, Cooper y con Amancio Motove Eting眉e, un estudiante de la Universidad Nacional de Guinea Ecuatorial, hacia el sur. Nuestro gu铆a, Miguel, es oriundo de Ureca. Camina de forma silenciosa, con las manos detr谩s de la espalda, deteni茅ndose para se帽alar los duikers que brincan entre los matorrales y los monos en las copas de los 谩rboles. Me impidi贸 que pisara excremento del tama帽o de una salchicha de driles, unos primates en peligro extremo de extinci贸n que a煤n no hemos visto. Se帽alamos el lugar para Brzeski.

Nos movemos lentamente, observando, escuchando. Cooper, con su grabadora de audio encendida, advierte una discusi贸n acalorada entre dos aves con aspecto de mosqueros, regordetas, y con ojos como los de un batis carunculado casta帽o. Los loros grises, que abundan en Bioko pero escasean en todos los dem谩s lugares debido al comercio de mascotas y a la deforestaci贸n, cotorrean en el dosel. Un hadada ibis sobrevuela por encima de nuestras cabezas. En alg煤n lugar, un alci贸n casta帽o emite un llamado l煤gubre; el mejor manual regional dice que esto ocurre solo en elevaciones mucho m谩s bajas. Pasamos sobre una columna de despiadadas hormigas dorylus, las cuales pueden haber atra铆do al insect铆voro drongo modesto, cuyos chillidos distintivos con ese sonido casi electr贸nico se oyen entre los pitidos y silbidos predominantes de la eurillas virens.

Un canto poco familiar hace que Cooper y Powell busquen con avidez al vocalista. Es rojizo y tiene un pico corto: un zorzal de fraser.

Cooper niega con la cabeza. 鈥淪uena muy extra帽o鈥.

鈥溌縐苍a subespecie diferente?鈥

Cooper se encoge de hombros. 鈥淧odr铆a ser tan solo una canci贸n alternativa que no conozco. Debo investigar m谩s鈥.

En total, los dos equipos detectan alrededor de tres docenas de especies. 鈥淣o hay tantas aves鈥, dice Powell. Quiz谩s, dice Wolfe, el h谩bitat no es suficiente, o los primates pueden estar manteniendo las poblaciones de aves en n煤meros peque帽os. Se desata un debate acerca de la comparaci贸n entre la caldera rica en primates y un 谩rea con una topograf铆a similar en la cual se lleva a cabo la caza desenfrenada. Es el quinto proyecto de investigaci贸n posible que he o铆do desde el desayuno, y a煤n no hemos comenzado con el marcado.

Por la tarde colocamos 20 redes de niebla de 39 pies de largo entre los 谩rboles que nuestros gu铆as hab铆an recortado de manera muy competente. Colocamos dos redes m谩s cerca de la cornisa del picatartes.

Las redes se abren con la primera luz del d铆a. Wolfe exhibe la primera captura, un petirrojo selv谩tico que se escapa entre los 谩rboles. 鈥淛ared es uno de los mejores anilladores en los Estados Unidos鈥, cuenta Brzeski, 鈥減ero necesita su caf茅鈥.

Cooper ayuda a desenredar las aves; una vez que las redes est谩n vac铆as, realizar谩 un reconocimiento audiovisual, contando a煤n m谩s aves que las capturadas en las redes. Coloca a las aves cautivas en bolsas de algod贸n y las lleva a la estaci贸n de marcado. Motove, el principiante, saca al petirrojo selv谩tico de la bolsa. Bajo la paciente orientaci贸n de Wolfe, coloca una banda de aluminio numerada en la pata del ave y enumera el nombre de la especie, edad, sexo, longitud de las alas y la cola, condici贸n de muda, y presencia de grasa, que Brzeski registra; con el tiempo, las recapturas revelan informaci贸n fundamental sobre la supervivencia de las poblaciones de aves. A continuaci贸n, Powell toma una muestra de sangre y plumas para un estudio de malaria aviar y un an谩lisis gen茅tico. Las bolsas que contengan manchas de guano se enviar谩n a un investigador en el Reino Unido que determinar谩 las dietas de las aves.

Cooper podr铆a utilizar algunos de estos datos para su proyecto de doctorado sobre aves de monta帽a en Camer煤n y Guinea Ecuatorial, comparando la gen茅tica y el canto de las aves. Las diferencias podr铆an indicar que una subespecie se ha convertido en una especie distintiva.

Motove procesa un ave cada aproximadamente 20 minutos. Wolfe observa con atenci贸n en busca de se帽ales de estr茅s鈥攂ostezos, cabeza o p谩rpados pesados鈥攍isto para intervenir si es necesario. Nunca lo hace. Le pregunto a Wolfe cu谩nto tiempo le toma un ave. 鈥溌縐苍 minuto o dos quiz谩s?鈥 M谩s tarde, cuando aparecen algunas nubes y comienzan a caer algunas gotas, Wolfe interviene para poder liberar a las aves antes de que comience el diluvio. Le tomo el tiempo: 58 segundos.

Alrededor de las 11 a.m., cuando ya casi termina la labor de marcado, Wolfe va a revisar las redes del picatartes. Una hora despu茅s, regresa. 鈥溌uchachos, creo que lo o铆!鈥 Cuando encontr贸 las redes vac铆as, fue hacia debajo de la cascada donde vio algo entre la vegetaci贸n y escucho un sonido similar a un tosido. Est谩 seguro de que era un pica. A medida que empacamos esa tarde para dirigirnos al Campamento Norte por tres d铆as, Powell lamenta tener que moverse a cuatro millas de la 煤nica zona de nidificaci贸n conocida en la caldera. Brzeski coloca una c谩mara en la cornisa. No te ilusiones demasiado, me dice. A esa distancia, cualquier animal en el 谩rea extensa de 40 pies parecer谩 con seguridad una mancha borrosa.

A una milla del campamento, ya extra帽o mucho a los maleteros. Y rega帽谩ndome a m铆 mismo por no haber a帽adido pesas en mis caminatas de entrenamiento.

Olvido mi incomodidad cuando vemos el esqueleto de un mono. Brzeski y Wolfe est谩n estupefactos. Estuvieron aqu铆 durante su excursi贸n de ayer sin Cooper; eso no estaba ah铆. Quiz谩s no lo vieron. O quiz谩s muri贸 ayer por la tarde y las hormigas lo devoraron durante la noche. Es perturbadoramente posible. Los peque帽os carn铆voros son conocidos por dejar los huesos de sus presas limpios.

Cooper se aleja de la escena macabra. Se encuentra observando el dosel, con su grabadora en mano. 鈥淨u茅 demonios...鈥 susurra, y luego silva: whew whew whew whew whoo whoo. O铆r las aves es algo que no puede evitar. En su segunda cita con la que ahora es su esposa, ella qued贸 perpleja cuando 茅l de repente la tom贸 y, en vez de besarla, dijo, 鈥溌縊yes eso?鈥 y luego sali贸 corriendo para encontrar un b煤ho real americano. Ahora llama al fot贸grafo: 鈥淭ristan. C谩mara. Ahora鈥. La orden hace que todos menos Brzeski se alejen del esqueleto para observar al ave misteriosa.

Nos apretamos y empujamos para observar al ave sobre nosotros. Finalmente, Wolfe lo ve con sus binoculares.

鈥淥k, creo que es un melanocar铆tido鈥, dice.

鈥溌縐苍 尘别濒补苍辞肠补谤铆迟颈诲辞?鈥 dice Cooper incr茅dulo. 鈥淪uena incorrecto鈥.

鈥淏ueno, cabeza gris, ojos amarillos, pico alargado, cuerpo amarillo鈥.

鈥淓so describe un picolargo amarillo a la perfecci贸n鈥, coincide Cooper. 鈥淓n tierra firme hace tick tick tick tick tick tick鈥.

鈥溌縀sa canci贸n coincide?鈥 pregunta Wolfe.

鈥淣o鈥, dice Cooper, silbando una vez m谩s whew whew whew whew whoo whoo. La peque帽a ave responde. 鈥淣unca hab铆a o铆do eso antes鈥.

Revisar谩 la grabaci贸n m谩s tarde, y posiblemente a帽adir谩 el picolargo amarillo de Bioko a la lista de aves de la caldera que merecen investigarse como especies distintivas.

Nuestros alrededores son cada vez m谩s salvajes. 鈥淓s como el Mundo de los Perdidos,鈥 dice Cooper. Las ramas de los 谩rboles cubiertos de musgo tienen cepas y orqu铆deas colgantes. Nos abrimos paso a trav茅s de la alta hierba. Los siniestros milpi茅s negros y las orugas peludas color cereza se arrastran a trav茅s de helechos gigantes. Las mariposas vuelan por el aire como un caleidoscopio de colores. Docenas de ara帽as de orbe del tama帽o de un platillo con patas peludas rojas y grandes cuerpos negros cuelgan por sobre nuestras cabezas; cada tela de ara帽a se extiende 10 pies o m谩s entre los 谩rboles, meci茅ndose y balance谩ndose como una cometa en el viento. Las tropas de monos nos rega帽an cada 15 minutos. Seguimos caminando hasta que escuchamos un woof grave. 隆Driles! La cacer铆a ha eliminado a estos monos similares a los babuinos de casi todos lados menos de las 谩reas m谩s remotas del sur de la isla. Hemos estado busc谩ndolos por d铆as. Ahora hay cinco en un 谩rbol a 20 pies de nosotros. Es emocionante. E intimidante. El macho alfa鈥攙isible por sus genitales de color rojo y violeta vibrante鈥攄ebe pesar 60 libras. Nos observaron durante varios minutos, luego se movieron de forma despreocupada.

En el Campamento Norte, Apolonio prepara nuestra cena a base de pasta y Spam sobre la fogata. Seleccionamos los lugares m谩s nivelados para poner las carpas, y luego nos ba帽amos en el arroyo cerca del campamento. 鈥淓sto es tan lujoso鈥, dice Wolfe. 

Este equipo est谩 familiarizado con las condiciones dif铆ciles del trabajo de campo. Se han quitado cientos de garrapatas entre s铆, han cuidado entre s铆 durante sus lesiones y ataques feroces de v贸mitos y diarrea. Han subsistido con papilla de roedor y arroz hecho por Wolfe (sobrenombre 鈥淐ook-y鈥). En su primera expedici贸n a Guinea Ecuatorial, antes de que la ruta estuviese terminada, los muchachos escalaron desde Ureca hasta la estaci贸n de campo en Moka. Cambiaron sus planes de marcado de inmediato. Las moscas y los mosquitos eran despiadados. Llov铆a sin parar, transformando el duro sendero de caza en un miserable arroyo de lodo. Cooper comenz贸 el viaje enfermo, luego su condici贸n se torn贸 grave a causa de una reacci贸n al茅rgica a la cinta adhesiva que hab铆a utilizado para cubrir las dolorosas ampollas en sus pies. Powell y Wolfe se dividieron su carga de 50 libras. Al tercer d铆a ya casi no ten铆an comida y ten铆an tanta sed que beb铆an de charcos tratados con yodo. 鈥淓st谩bamos asquerosos, exhaustos, delirantes鈥, cuenta Wolfe. 鈥淪entimos que llegamos a Moka justo a tiempo鈥.

Nuestro viaje no ha estado totalmente libre de accidentes. Powell y Cooper sufren de espasmos estomacales luego de beber agua de un contenedor que anteriormente ten铆a diesel. Una mamba de Jameson se meti贸 en la cocina una tarde, pero no atac贸. El ba帽o en Hormigas鈥攗n pozo cubierto鈥攅s el hogar de serpientes, murci茅lagos, ara帽as y enjambres de abejas. Casi todos experimentan alguna combinaci贸n de picaduras de abeja en las letrinas, sarpullidos por orugas, y mordeduras de hormigas; Cooper tiene la peor experiencia cuando su carpa es invadida por hormigas una noche a trav茅s de un cierre mal cerrado. Otra noche, un ej茅rcito de millones de hormigas invade el suelo detr谩s de los bancos de la cocina durante la cena. En un segundo, los gu铆as empapan el suelo con gasolina y encienden un f贸sforo. El aturdidor swoosh y la pared de llamas nos sacuden en p谩nico. Cirilo nos asegura que las hormigas no cruzar谩n el fuego. Estamos a salvo, dice.

Durante los siguientes dos d铆as, Brzeski coloca las c谩maras y los dem谩s comenzamos las labores de marcado. Motove manipula las aves con mucha m谩s confianza, desde una peque帽a suimanga oliva, similar a un colibr铆, a una negrita cabeza gris, un pinz贸n negro cuyos irises rojos indican que es un macho adulto. Reduce su tiempo de procesamiento a la mitad. 鈥淓s como un cuestionario sorpresa despu茅s de otro鈥, dice.

Antes de viajar a la caldera, el equipo llev贸 a cabo una sesi贸n de marcado de dos d铆as y realizaron estudios de mam铆feros para 16 estudiantes de la universidad nacional. Es el tercer a帽o que han dictado el curso, que fue donde conocieron a Motove el a帽o pasado. 鈥淣o hay mucha gente aqu铆 que estudie ecolog铆a, silvicultura o biolog铆a鈥, cuenta Maximiliano Fero, bot谩nico y jefe de investigaci贸n en la universidad, y la persona que emite los permisos de exportaci贸n de pruebas biol贸gicas para la Biodiversity Initiative. 鈥淒e a poco est谩 creciendo, pero es por eso que las colaboraciones con los socios internacionales como Biodiversity Initiative son tan necesarias鈥.

En los papeles, un cuarto de Guinea Ecuatorial est谩 protegido, pero la caza furtiva y la tala ilegal est谩n fuera de control. La agencia para las 谩reas protegidas del pa铆s, INDEFOR-AP, est谩 motivada para realizar estudios biol贸gicos y frenar las actividades ilegales, cuenta Cronin del BBPP, 鈥減ero cuentan con un presupuesto m铆nimo y muy poco apoyo pol铆tico鈥.

La caza por la carne de animales salvajes es una gran amenaza para la conservaci贸n. Es alimento b谩sico aqu铆, y lo venden en los grandes mercados y puestos ambulantes de Malabo. El BBPP ha realizado un seguimiento de las ventas de carne de animales salvajes, un indicador de los niveles de caza, durante casi dos d茅cadas. El a帽o pasado, Cronin y sus colegas informaron que entre 1997 y 2010, los estudios de mercado de Malabo contaron m谩s de 35.000 monos (cuya caza es ilegal desde 2007), casi 59.000 duikers, alrededor 81.000 roedores, y m谩s de 4.100 aves, incluyendo c谩laos casquinegros, turacos gigantes, y buitres palmeros. Las ventas han aumentado con el tiempo, generando una prosperidad econ贸mica.

La deforestaci贸n es la otra gran amenaza para la vida silvestre. 鈥淟a tasa de deforestaci贸n en Guinea Ecuatorial siempre es alta鈥, dice Katy Gonder, directora de BBPP. Eso se debe en gran parte al desmonte de tierras para Oyala, la nueva capital, aunque la tala ocurre en reservas en todo el pa铆s, tal como los miembros de Biodiversity Initiative han visto por ellos mismos. Mientras se encontraba con los empleados de INDEFOR-AP realizando un tour por las 谩reas protegidas de tierra firme, se encontraron con 鈥渢ipos gigantes con m煤sculos gigantes cortando tablas con sierras el茅ctricas en el medio del bosque鈥, seg煤n lo describe Wolfe. Era obvio que la operaci贸n hab铆a estado funcionando por un largo tiempo. El supervisor comenz贸 a hacer fervientes amenazas, luego intent贸 con sobornos, y finalmente accedi贸 a cesar sus actividades. Las autoridades confiscaron cinco sierras el茅ctricas, y finalmente se mult贸 a la empresa, cuenta Wolfe.

Este a帽o, Biodiversity Initiative les proporcion贸 a dos t茅cnicos de campo equipamiento y capacitaci贸n para marcar aves en dos lotes de 100 hect谩reas en las afueras de Oyala鈥攗no talado, el otro intacto. El proyecto sienta las bases para un estudio a largo plazo sobre c贸mo las perturbaciones afectan a las aves y los mam铆feros.

Se podr铆a utilizar una subvenci贸n de USD 50.000 del Servicio de Pesca y Vida Silvestre de los EE. UU. a la que Biodiversity Initiative se ha postulado para expandir las operaciones el pr贸ximo a帽o, formando a m谩s estudiantes y cient铆ficos federales. Hacer que los habitantes locales recopilen datos durante todo el a帽o expandir谩 el conocimiento de la avifauna del pa铆s, y la presencia de investigadores en 谩reas protegidas ayudar铆a a disuadir las actividades ilegales, seg煤n lo evidenciado durante la redada de los madereros.

Tener personal en las 谩reas es fundamental, dice Gonder del BBPP. En Moraka, el campamento de las tortugas marinas, los cazadores furtivos no se acercan cuando hay voluntarios presentes. Cuando se van, los cazadores van al lugar, seg煤n lo evidencian los casquillos de escopeta.

鈥淗emos visto ir y venir a muchos investigadores internacionales y organizaciones鈥, cuenta Gonder. 鈥淕uinea Ecuatorial es un lugar muy desafiante para realizar trabajos de conservaci贸n. Hay que tener contactos en todos los niveles, desde la gente local hasta los sectores m谩s altos del gobierno鈥. El BBPP ha estado trabajando de forma extensiva con el gobierno con el fin de instaurar pol铆ticas de conservaci贸n, crear 谩reas protegidas en Bioko, ayudar a financiar el departamento de estudios ambientales de la universidad, y contratar empleados locales para que lleven a cabo diversas tareas, desde realizar estudios sobre la vida silvestre hasta proveer asistencia en turismo. A Gonder lo motiva la campa帽a de Biodiversity Initiative de volver cada a帽o, colaborar y expandir su alcance. 鈥淭anto Luke como la gente con la que trabaja parecen estar muy comprometidos鈥, cuenta, 鈥測 necesitamos eso aqu铆鈥.

Powell cuenta que est谩n en esto a largo plazo鈥攑ero no para siempre. 鈥淨ueremos no ser necesarios en alg煤n momento鈥, dice. 鈥淨ueremos capacitar a la gente para que realicen labores de conservaci贸n, y dejarlos que protejan su propia herencia natural鈥.

En nuestro pen煤ltimo d铆a en la caldera, dejamos el Campamento Norte para dirigirnos a Hormigas. Brzeski y Wolfe se detienen en las c谩maras a lo largo del sendero para cambiar las tarjetas de memoria llenas por unas vac铆as; un voluntario de Moraka las recoger谩 en abril. Se retrasan. Cooper se encuentra explicando su desconfianza hacia los babuinos y su temor de las tortugas mordedoras cuando sus gritos nos detienen. 鈥溌縀st谩n heridos?鈥 pregunta Cooper. No sabemos. Volvemos corriendo por el sendero.

Nos encontramos con Brzeski y Wolfe a mitad de camino. Ella sostiene su c谩mara digital de forma victoriosa sobre su cabeza como si fuera un trofeo mientras 茅l grita: 鈥溌icatartes! 隆Picatartes!鈥

Los cient铆ficos intercambian felicitaciones euf贸ricas, emocionados mientras observan al ave de cresta roja saltar de manera c贸mica a trav茅s de la pantalla. Powell pregunta, 鈥溌緾u谩l es la fecha y hora?鈥 Brzeski verifica. El ave activ贸 la c谩mara hace 26 horas. 鈥淰amos a intentar atraparla, 驴no?鈥 dice Powell.

Tenemos tres horas de luz. Wolfe, visiblemente emocionado, ayuda a Brzeski a verificar las dem谩s c谩maras. El resto de nosotros鈥擯owell, Cooper, Motove, el fot贸grafo Tristan Spinski, y yo鈥攊ntentaremos atrapar a esta escurridiza ave.

Powell se encuentra en modo l铆der, d谩ndole instrucciones a Motove para que coloque dos redes, una a cada lado del 谩rbol de ceiba de 150 pies por el que vimos pasar al picatartes. Eso nos da una probabilidad de atraparla de un 10 por ciento. 鈥淏ueno鈥, reconsidera por un momento, 鈥渄igamos siete por ciento鈥.

Cooper se encuentra igual de esc茅ptico. Ha pasado incontables horas en los bosques de Camer煤n buscando a esta ave. Una vez, en un nido reci茅n construido, esper贸 tanto que literalmente vio como se sec贸 el lodo. 鈥淣o tenemos chance, pero debemos intentarlo鈥, dice.

Ya con las redes colocadas, nos juntamos alrededor de Powell para obtener las instrucciones finales: cada uno tomar谩 un cuadrante, le dar谩 la espalda a la red y permanecer谩 quieto. Spinski se posicionar谩 al otro lado del 谩rbol, el mejor lugar para obtener una buena toma. Si un pica ingresa a un cuadrante, debemos avisarle a los dem谩s y luego ahuyentarla hacia las redes. 鈥淪eguro no te har谩 da帽o鈥, dice Powell. 鈥淓s de aproximadamente un tercio del tama帽o de un pollo鈥.

Estoy seguro de que si el ave entra a mi cuadrante, arruinar茅 la captura. Quiero refuerzos. Pregunto c贸mo alertar a los dem谩s en caso de que vea al ave.

鈥淪ilba como el canto de un carbonero de Carolina鈥, dice Cooper. 鈥淣ada aqu铆 suena como eso鈥.

La respuesta a esta sugerencia son tres miradas perplejas. El fot贸grafo, el Ecuatoguineano y yo no tenemos la menor idea de c贸mo suena un carbonero de Carolina.

Powell suspira. 鈥淪olo griten, 鈥樎ve!鈥 鈥

Nos metemos entre los matorrales y tomamos nuestras posiciones. Cooper reproduce con su tel茅fono el canto de un picatartes. Suena como un conductor inexperto pasando cambios. Podr铆a ser un llamado de alarma, un reclamo territorial, un llamado de apareamiento鈥攅s el 煤nico que pudo encontrar, y nadie sabe qu茅 mensaje le est谩 enviando al ave, suponiendo que se encuentra lo suficientemente cerca como para o铆rlo. El tama帽o de la zona de distribuci贸n del picatartes es otro misterio.

Por momentos, la espera se torna excitante, desesperante y tediosa. En un momento, un estruendo cercano me asusta y me caigo del tronco donde estaba sentado. De seguro fue tan solo un roedor.

Luego de 45 minutos, Powell dice que es suficiente. 鈥淐ielos, est谩 aqu铆 en alg煤n lado鈥, dice. 鈥淭enemos que regresar鈥. Cooper le da una palmada en el hombro. No van a volver este a帽o. Ma帽ana nos vamos de la caldera.

Los maleteros aparecen a la ma帽ana siguiente y se llevan nuestras cosas. Luego de una 煤ltima sesi贸n de marcado鈥攏ueve aves, una recaptura鈥攍os seguimos, cruzando el r铆o y fuera del cr谩ter. Pasamos la noche en Moraka, con el ruido de las olas que apenas tapan los gritos de los damanes. Al d铆a siguiente continuamos nuestro camino junto a la playa, cada paso acerc谩ndonos m谩s a la cerveza fr铆a y el pollo frito. La caldera se extiende a lo lejos, ya a una gran distancia.

Los cient铆ficos se diseminan por la estaci贸n de campo de Moka al d铆a siguiente. Cooper se encuentra avistando aves; y a帽ade al carricero tordal a su lista de aves del pa铆s. Powell se encuentra organizando la informaci贸n que Fero necesitar谩 para emitir los permisos de exportaci贸n para la sangre y las plumas de las 780 aves que el equipo captur贸 durante su expedici贸n de un mes. Wolfe est谩 lavando ropa. Brzeski est谩 con su computadora, observando las filmaciones de las c谩maras. De repente, se le escapa un grito de alegr铆a.

Hace una semana, cuatro horas antes de que sali茅ramos de Hormigas para ir al Campamento Norte, la c谩mara de la cascada grab贸 un video de un picatartes saltando sobre un tronco en la cornisa y cruzando la plataforma. Wolfe se reivindic贸. 鈥淓staba seguro de que lo hab铆a escuchado鈥, dice luego de ver la grabaci贸n.

En mayo, Brzeski obtiene las filmaciones de seis c谩maras que se dejaron all铆 durante tres meses. Grabaron 13.000 im谩genes. Toda una colecci贸n de animales salvajes desfilan por la pantalla: monos, g谩lagos, linsangs africanos, pangolines, puercoespines, duikers. Y en todas las c谩maras, picatartes. Hab铆a m煤ltiples aves all铆, escondidas, quiz谩s observando de manera furtiva mientras camin谩bamos por el bosque, busc谩ndolas sin 茅xito. Por todo lo que vimos en la caldera, parecer铆a que solo dimos un peque帽o vistazo al lugar.