No solo avistamos aves, también las vigilamos, y lo hacemos porque siempre están haciendo cosas. Los ganadores de nuestros Premios de dzٴDzí Ϲ de este año produjeron muchos retratos de esplendor aviar, pero muchos de los ingresos también capturaron una selección espléndida de tomas de acción de aves haciendo sus vidas. Las aves son amantes y luchadoras, cantantes y bailarinas, cazadoras y juguetonas. Vea a continuación once imágenes de las fascinantes vidas de nuestras vecinas plumíferas.
Festival de hermanos (arriba)
Un retoño de mochuelo de madriguera crece en una madriguera subterránea con no menos de una docena de hermanos. Cuando los jóvenes emergen a la superficie del suelo, pasan mucho tiempo jugando: corren por doquier y se lanzan sobre terrones de tierra, insectos, ramitas, o unos sobre otros. Es hilarante observar sus travesuras, pero tienen un lado práctico: ayudan a los jóvenes mochuelos a aprender las habilidades que necesitarán para cazar.
Qué barbaridad
Las plumas son estructuras maravillosas pero requieren muchísimo mantenimiento. Un ave puede pasar varias horas por día acicalando sus plumas, con la ayuda de su pico para eliminar la suciedad y alinear las barbas exteriores de las plumas a la perfección. Y algunas plumas requieren más atención que otras. Esta garceta rojiza se acicala las largas plumas decorativas que hacen que su aspecto sea óptimo para la temporada de reproducción.
Escuela de vuelo
Para sobrevivir, las crías de halcón peregrino deben aprender a ser voladoras supremas. Practican sus movimientos mientras siguen a sus padres por el aire. A medida que el plumaje se va fortaleciendo, los padres peregrinos pueden cazar un ave y dejarla caer, para forzar a los pichones a lanzarse en picada y atraparla en el aire. Aunque parece un entrenamiento intencional, el adulto puede estar dejando caer la presa tan solo para evitar que los inquietos jóvenes lo rodeen.
Una buena desempolvada
Las aves a menudo toman baños en el agua, por supuesto, pero también toman baños de polvo, incluso cuando hay agua disponible cerca. Al zambullirse en el suelo suelto y polvoriento y aletear furiosamente, meten polvo en sus plumas y luego se lo sacuden. Empolvarse puede ayudarles a controlar los piojos y otros parásitos, o a eliminar la grasa de las plumas. Este hábito es muy común entre los habitantes del suelo como este grévol engolado.
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Reunidos
Por lo general, los alcatraces comunes se aparean de por vida, pero toman vacaciones por separado, al desviarse hacia el Atlántico en el sur durante el otoño y el invierno. Al llegar la primavera, los consortes se encuentran en un punto que es fundamental para su relación: el lugar de nidificación en una isla al este de Canadá. Su cita amorosa se señala con rituales de reverencias y posturas, y a menudo forman con suavidad una «valla» con sus grandes picos.
Un rey para gobernarlos a todos
El nombre científico del suirirí boreal es Tyrannus tyrannus, o «rey de reyes», tremendo título para un ave más pequeña que un mirlo. Pero este pequeño dínamo ataca a cualquier especie de más porte que ose acercarse demasiado al nido del suirirí, que sigue y acosa hasta que el intruso abandona el territorio, y luego regresa a su garboso posadero en la cima de un árbol con alaridos que espurrean su triunfo. Ni siquiera el águila calva es inmune a la furia del suirirí.
El mundo es una pista de baile
Todas las 15 especies de grullas del mundo hacen bailes elaborados como parte de su interacción social. Uno de los miembros más pequeños de la familia, la grulla del paraíso de Sudáfrica, tiene una danza particularmente grácil. Los integrantes de una pareja en apareamiento pueden hacer reverencias, estirarse, agitar las alas y saltar al aire con chillidos que recuerdan cornetas, y el baile puede prolongar hasta cuatro horas.
¡Astillas abajo!
Cuando un carpintero empieza a perforar un nuevo orificio de nidificación en un árbol, no tiene que preocuparse por deshacerse de las astillas y el aserrín: los restos caerán al suelo naturalmente. Una vez que se profundiza la cavidad del nido, sin embargo, requiere un paso más ordenar el embrollo. Este carpintero de Carolina macho, que perfora un orificio en el tronco de una palmera, hace una pausa para dejar caer al suelo todo el aserrín que su pico aguanta.
Aquí estoy, bravucón
En el desierto de Sonar, la cima del cactus choya es un posadero dominante que vale la pena defender. Si un cuitlacoche piquicurvo está vigilando el territorio desde la cima de una choya, no lo desafiará para obtener su lugar ningún ave menor como los chochines o los chingolos. Pero puede tener que ceder si se abalanza una tórtola aliblanca. La competencia por los posaderos espaciosos se logra mediante engaños y bravatas, y, en realidad, las aves no irán a los puños.
Hecho para filtrar
Cuando una avoceta americana está quieta, la punta superior corva de su pico parece apenas un toque decorativo. En realidad esta forma de pico es netamente práctica, como vemos cuando la avoceta empieza a buscar comida. Cuando esta alargada ave costera se inclina hacia adelante con la cabeza gacha, la parte externa del pico se vuelve una línea horizontal. La avoceta arrastra la punta del pico de un lado a otro por la superficie de agua o lodo para filtrar pequeñas presas del flujo.
Canta a los cuatro vientos
Las aves cantoras macho cantan por dos razones principales: para advertir a otros machos que no se acerquen a su territorio de apareamiento y para atraer (o comunicarse) con una hembra. Muchas reinitas, como esta reinita cerúlea, en realidad tienen cantos distintos para esos fines. La reinita macho canta una especie de canción reiteradamente al atardecer, cuando es más posible que deambulen machos para entrometerse. Canta la otra canción durante el día para mantenerse en contacto con su pareja.
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